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Carolyn Isbister

Carolyn Isbister. Amor de madre.

La hija de Carolyn Isbister, Rachael, no tenía muchas opciones de sobrevivir. Nació tras 24 semanas de gestación con tan solo 600 gr; los doctores ni lo intentaron, la dejaron a su suerte… a la suerte de un abrazo.

Iba a ser el único abrazo que Carolyn Isbister le iba a dar a su pequeña hija prematura, y quería recordarlo para siempre. Rachael había nacido minutos antes, con un peso de apenas 600 gramos, y sólo le quedaban unos minutos de vida. Su corazón latía una vez cada diez segundos y no respiraba.

Cuando los médicos se rindieron, Carolyn sacó a su pequeña de la manta del hospital y la colocó sobre su pecho.

“Fue mi primer abrazo el que le salvó la vida y estoy muy contenta de haber confiado en mi instinto maternal”, aseguró Carolyn Isbister.

Entonces ocurrió algo increíble: el calor de la piel de su madre hizo que el corazón de Rachael comenzara a latir, y eso permitió que empezara a dar cortas respiraciones por sí misma. Carolyn dijo: “No podíamos creerlo, y tampoco los médicos. Rachael dejó escapar un pequeño grito.”

Carolyn Isbister
Carolyn Isbister sostiene en sus brazos a su bebé Rachael

El médico de la policlínica donde nació Rachael, Ian Laing, aseguró que: “Todos los signos indicaban que la pequeña no lograría sobrevivir, y tomamos la decisión de permitirle a Carolyn Isbister ese abrazo, era todo lo que podíamos hacer. Dos horas después estaba llorando. Era un bebé milagro, no he visto nada así en mis 27 años de trabajo. No tengo la menor duda de que el amor de la madre salvó a su hija“.

Carolyn y Rachael, una historia de amor

La historia de Carolyn y Rachael es una historia de amor. La ternura de una madre que, cuando los facultativos, se sintieron incapaces de reanimar al bebé. “No quería que muriera con tanto frío y la puse sobre mi piel para calentarla, ¡sus pies estaban tan fríos! Era el único abrazo que le podría dar, así que quería recordar el momento”, explicó Carolyn.

Un cura católico de la clínica estaba ahí, cuidando a Rachael en sus últimos minutos de existencia en este mundo. “Es un milagro que esté entre nosotros”, afirma.

“Ante la hipótesis de que un feto sobreviva a un aborto, hay que tutelar la vida del niño y garantizarle todos los cuidados médicos necesarios para que siga con vida”, dice el protocolo aprobado por las universidades laicas, La Sapienza y Tor Vergata y las católicas Campus Biomédico y La Cattolica. “¡Un recién nacido, en situación de peligro, es un paciente y a los pacientes se les protege!”.

La vida es una sonrisa; el amor es un rayo fecundo

Gabriele D’Annuncio

Vía Hispanidad

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